Los Omega 3 pueden proteger de la COVID 19
Nadie duda que alimentación es uno de los factores que mayor influencia tiene sobre nuestra salud. Por eso no es de extrañar que una alimentación saludable sea un poderoso aliado en esta batalla que libramos, desde hace ya más de un año, contra el fatídico coronavirus.
Hoy vamos a comentar las recientes investigaciones que demuestran que un consumo de abundantes grasas omega 3 pueden ayudarnos en esta lucha.
Los pacientes diagnosticados con COVID-19 presentan síntomas que van desde ninguna manifestación, a manifestaciones leves o algo más serias con fiebre, dificultad para respirar, tos seca y problemas gastrointestinales. Las complicaciones más graves, las que llevan a la UCI, se deben a una excesiva respuesta del sistema inmunológico de la persona afectada que desencadena una respuesta inmunitaria brutal, excesiva, la llamada «tormenta de citocinas». Esta reacción se caracteriza por un estado generalizado de inflamación y de coagulación dentro de los vasos, sobre todo los pulmonares. Es aquí donde las grasas omegas 3 pueden ejercer su mejor efecto protector.
Las grasas omegas 3 de origen animal (EPA y DHA) ejercen tres efectos que pueden ser muy beneficiosos para frenar esta tremenda reacción del organismo ya que tienen reconocidos efectos antiinflamatorios, inmunomoduladores y anticoagulantes. Algunos de los estudios realizados en pacientes graves ingresados en la UCI pusieron en evidencia esta acción protectora de las grasas omega 3. Demostraron que la tasa de mortalidad era mayor en los pacientes que tenían menores niveles de grasas omega 3 en su sangre.
Esto nos da una pista fundamental para saber qué es lo que tenemos que hacer. Cuando nuestro menú diario es rico en omega 3, poco a poco, día a día, estas grasas saludables van reemplazando en todas nuestras células a las otras grasas menos saludables. Esto lleva su tiempo ya que hay que eliminar (quemar) las otras grasas para reemplazarlas por las buenas. Una buena dieta rica en omega 3 tarda unas semanas, meses, en reemplazar toda la constitución grasa de nuestro organismo. Por eso no se trata de atiborrarse de repente con puñados de capsulas de omega 3.
Lo mejor es ir modificando paulatinamente la composición grasa de todo nuestro organismo mediante una ingestión diaria y constante de alimentos ricos en este tipo de grasas. Si alguien quiere completar este aporte con suplementos no hay problema siempre que se haga con moderación y como complemento del aporte natural de alimentos ricos en omega 3. Los alimentos que nos pueden proporcionar omega 3 eficaces son los pescados y los mariscos, en especial los pescados grasos de aguas frías como salmón, caballa, atún, arenques, sardinas y boquerones. Las grasas omegas 3 que aportan los vegetales, como nueces, semillas de chía y los aceites vegetales apenas se transforman en los EPA y DHA, los que están en los organismos de todos los animales, incluidos nosotros. Son los que realmente nos protegen.
17:33 en Alimentacion, Dietas, Medicina, Medicina darwiniana, Nutricion | Enlace permanente | Comentarios (0)
Etiquetas: COVID 19, Omega 3, pescados azules
Hace un par de meses, en diciembre de 2020, se publicó en la excelente revista científica American Journal of Cancer Research un minucioso trabajo con un título bastante agresivo. En él se proclamaba que el ácido tánico suprimía la infección por el SARS-CoV-2 mediante un doble efecto, ya que inhibía dos enzimas muy importantes para la supervivencia del virus.
Alguno se preguntará: ¿Por qué se publica un asunto del Coronavirus en una revista médica sobre el cáncer? Pues resulta que una proteína de la superficie de nuestras células, muy relacionada con el cáncer de próstata es también una de las proteínas a las que se une el Coronavirus para infectarnos.
El ácido tánico se ha estudiado durante años como un agente que inhibe esta proteína relacionada con el cáncer de próstata. Y se les ocurrió a los científicos investigar si el ácido tánico también tenía un efecto positivo sobre esa proteína del virus, que se une a la proteína de la superficie de las células con cáncer de próstata. La idea no era original. Durante la pasada pandemia del 2003 ocasionada por el virus SARS (pariente del actual), los estudios que se hicieron entonces revelaron que el tratamiento con ácido tánico era muy efectivo para proteger la infección.
Ahora los investigadores han querido confirmar si esta acción se ejerce sobre el nuevo virus. Y en efecto, su estudio demostró que el ácido tánico inhibía la actividad de estas dos proteínas tan esenciales para el SARS-CoV-2. Y mediante el uso de partículas del Coronavirus demostraron que el ácido tánico suprimía la entrada del virus a las células humanas. Los autores concluyen que su estudio demuestra que el ácido tánico tiene un gran potencial para desarrollar terapéuticas frente a la COVID 19. Es un potente inhibidor de dos enzimas diferentes, esenciales para la infección de nuestras células por el Coronavirus.
Y mientras llegan esas medicinas ¿qué podemos ir haciendo? Resulta que el ácido tánico es el nombre genérico de una familia de polifenoles conocidos también como taninos. Estos polifenoles tienen potentes actividades antioxidantes (neutralizan los radicales libres) y antiinflamatorias. En un primer momento, lo único factible es recurrir a los productos naturales comestibles (o bebibles) que contienen estos taninos en abundancia. Podemos encontrar taninos en las uvas tintas, en el mosto y el vino elaborado con estas uvas, en el café y el té (negro y verde). Para obtener un té con muchos taninos hay que dejarlo en contacto con el agua caliente durante un buen rato antes de beberlo, incluso «estrujar» la bolsita. Hay taninos en hojas verdes como son las espinacas, en frutas como el membrillo, la manzana, la granada, el caqui, el persimón y el plátano, en el chocolate negro y en la piel de los frutos secos y las castañas y bellotas.
Los propios investigadores avanzan que es possible que se puedan elaborar medicinas con taninos para combatir la COVID 19, pero que, entre tanto, el consumo diario de una combinación de estos alimentos y bebidas que contienen taninos en abundancia podría proporcionarnos alguna ventaja frente al Coronavirus. Es evidente que ninguno de estos alimentos o bebidas, ni otros que hemos presentado desde este blog, garantizan una inmunidad absoluta contra el Coronavirus, pero de lo que se trata es de ponerle las cosas un poco más difíciles a este enemigo. Nustro ánimo es informar sobre los avances cientificos, no crear falssas esperanzas.
Referencia disponible en Internet: Shao-Chum W. et al. Tannic acid suppresses SARS-CoV-2 as a dual inhibitor of the viral main protease and the cellular TMPRSS2 protease. Am J Cancer Res. 2020; 10(12): 4538–4546.
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Etiquetas: COVID 19, SARS-CoV-2, taninos, Vino
Cambios en la temperatura media de España durante el confinamiento mundial por COVID-19
J. E. Campillo. M.D. pHD
Profesor jubilado. Universidad de Extremadura. España.
Los datos utilizados proceden de The Earth System Research Laboratories (US) y de AEMet, España.
El confinamiento global, que se estableció para controlar la epidemia de COVID 19, comenzó en China en enero de 2020 y se extendió a otros países en los meses siguientes. Esto causó una reducción drástica en el transporte terrestre, marítimo y aéreo y una parada de la actividad industrial que redujo el consumo de combustibles fósiles en todo el mundo. Durante el mes de abril, con más de cuatro mil millones de personas viviendo bajo cierto grado de confinamiento, se produjo la mayor reducción en la demanda de combustibles fósiles.
En una primera publicación (Mono_Obeso.typepad.com) se analizó la influencia del confinamiento COVID 19 sobre los niveles atmosféricos de CO2. Aquí solo quiero destacar de ese primer estudio dos datos. Uno es el mes de abril de 2020, con cuatro mil millones de confinados y una abrupta caída en el consumo de combustibles fósiles se logran valores récord en los niveles atmosféricos de CO2. Otro es el mes de mayo de 2020 cuando tras varios meses de confinamiento mundial se midió la mayor cifra de CO2 atmosférico desde que hay registros.
En este segundo estudio utilizaremos los datos proporcionados por los “Resúmenes climatológicos de España” proporcionados por AEMet. En la figura 1 se muestran los valores de temperatura media para toda España durante los meses de enero a julio de los años 2018, 2019 y 2020.
Como es natural la temperatura media aumenta de enero a julio en los tres años estudiados. Pero destacan algunas anomalías en 2020 que deben tenerse en cuenta. Febrero de 2020, con 11,5 ºC de temperatura media comparte con febrero del año 1990 el ser el febrero más cálido desde 1965. Abril de 2020, con 14,4 ºC es el séptimo abril más cálido desde que se inició la serie de temperaturas en 1965. Mayo, con 19,3 ºC es el mayo más cálido desde que se registran oficialmente las temperaturas en España. Julio es el tercer mes más caluroso desde 1965 solo superado por el mes de julio de los años 2006 y 2015.
Un excelente articulo publicado recientemente en la revista Nature resume los datos a nivel mundial sobre el consumo de combustibles fósiles durante el confinamiento. Muestra que se produjo una reducción en el transporte por tierra, mar y aire así como una abrupta reducción en las operaciones industriales y comerciales en todo el mundo. Se redujo la producción de gases efecto invernadero, como el CO2 y de contaminantes como el óxido nitroso (NO2).
Sin embargo la repercusión de esta reducción de los gases invernadero sobre la temperatura mundial y la temperatura media de España fue pequeña y en el sentido contrario al esperado. Son resultados muy similares a los referidos previamente con respecto a los niveles atmosféricos de CO2.
Se necesitarán más estudios para poder interpretar correctamente estos datos.
Bibliografía
Solís A. Emergencia mundial: ¿En qué países se ha ordenado el confinamiento? https://www.economiadigital.es/politica-y-sociedad/cuarentena-por-coronavirus-en-que-paises-se-ha-declarado-el-confinamiento_20046621_102.html
Evans S. Daily global CO2 emissions https://www.carbonbrief.org/daily-global-co2-emissions-cut-to-2006-levels-during-height-of-coronavirus-crisiscut to 2006 levels’ during height of coronavirus crisis.
He G., Pan Y. and Tanaka T. The short-term impacts of COVID-19 lockdown on urban air pollution in China. Nat Sustain (2020). https://doi.org/10.1038/s41893-020-0581-y
Baldasano J.M. COVID-19 lockdown effects on air quality by NO2 in the cities of Barcelona and Madrid (Spain). https://www.researchgate.net/journal/0048-9697_Science_of_The_Total_Environment
F. Atmospheric Co2 levels rise sharply despite COVID-19 lockdowns. Atmospheric CO2 levels rise sharply despite Covid-19 lockdowns. https://www.theguardian.com/environment/2020/jun/04/
Foster P.N. y cols. Current and future global climate impacts resulting from COVID-19. Nature Climate Change, agosto, 20020.
Campillo J.E. Homo climáticas, Editorial Crítica, 2018.
Campillo J.E. El confinamiento mundial por COVID-19 produjo solo un leve efecto en los niveles atmosféricos globales de CO2. Mono_Obeso.typepad.com.
Tans P. Mauna Loa CO2 monthly mean data. Earth System Research Laboratories. (https://www.esrl.noaa.gov/ Global Monitoring Laboratory.
22:55 | Enlace permanente | Comentarios (0)
Etiquetas: COVID 19, España, temperaturas
J. E. Campillo. M.D. pHD
Retired Professor. University of Extremadura. Spain.
Los datos utilizados proceden de The Earth System Research Laboratories (US).
Global confinement, which was established to control the COVID 19 epidemic, began in China in January 2020 and spread to other countries in the following months. This caused a drastic reduction in land, sea, and air transport and a halt to industrial activity that minimized the consumption of fossil fuels worldwide. During the month of April, with more than four billion people living under some degree of confinement, the greatest reduction in demand for fossil fuels occurred.
One of the consequences of this situation was the rapid decrease in air pollution in urban areas of the main cities in the world. For example, studies carried out on changes in air pollution in Spain showed that a reduction in NO2 concentrations in Barcelona and Madrid of 50 and 62%, respectively, was measured at the end of March (less than a month of confinement). Low air pollution around the world allowed Mount Everest to be seen with the naked eye from more than 200 kilometers away.
However, until now, there are no published data regarding the impact of such a reduction in fossil fuel consumption on atmospheric CO2 levels; one of the most significant gases regarding the greenhouse effect and global climate change. We have used in this study the data provided by public archives by The Mauna Loa CO2 monthly mean data. (Earth System Research Laboratories, U.S.). This center has been measuring atmospheric CO2 levels for decades at the summit of the Mauna Loa volcano in Hawaii. And the values it provides are considered one of the international standards for atmospheric CO2 levels.
Figure 1 shows the monthly mean values of atmospheric CO2 (ppm) measured during the months of January to July during the years 2018, 2019 and 2020. As has been observed for decades, atmospheric CO2 levels have been increasing steadily over time. In the years studied, these values range from 407.96 in January 2018 to 413.82 in July 2020. Given that the highest degree of confinement occurred in April, when more than four billion people were confined and fossil fuel consumption reached its lowest level, it is surprising the high value of atmospheric CO2 recorded in May 2020 (417.07), the highest since measurements began in the 1950s.
In each of the years studied, an increase in CO2 levels is observed from January to May, followed by a drop during June and July. This pattern is common to the three years studied. The average percentage increase in CO2 levels measured from January to May was similar for each year: CO2 levels rose from January to May by 0.80% in 2018, 0.92% in 2019 and 0.89 % in 2020. However, when considering the average percentage increase in CO2 between the different years, a slight reduction is observed in the increase in CO2 from 2019 to 2020 (0.61%) compared to the increase registered from 2018 to 2019 ( 0.74%).
These preliminary data show that the reduction of fossil fuel consumption worldwide during the confinement by COVID19 has had only a slight impact on atmospheric CO2 levels. The interpretation of these data is complex since many factors may be involved. CO2 is produced from various sources. Some are natural, such as the CO2 emission that any living being makes through respiration, others are geological, such as the degradation of calcareous rocks, and others are artificial (anthropogenic). In any case, the CO2 accumulates continuously, as has been observed since it is measured. Although confinement has slowed anthropogenic emissions, it may not have been sufficient to detect it in Mauna Loa, in the middle of the Pacific Ocean. Furthermore, the amount of atmospheric CO2 fluctuates depending on numerous factors, including meteorological factors, such as the effect of El Niño in the Pacific Ocean.
References
Solís A. Emergencia mundial: ¿En qué países se ha ordenado el confinamiento? https://www.economiadigital.es/politica-y-sociedad/cuarentena-por-coronavirus-en-que-paises-se-ha-declarado-el-confinamiento_20046621_102.html
Evans S. Daily global CO2 emissions https://www.carbonbrief.org/daily-global-co2-emissions-cut-to-2006-levels-during-height-of-coronavirus-crisiscut to 2006 levels’ during height of coronavirus crisis.
He G., Pan Y. and Tanaka T. The short-term impacts of COVID-19 lockdown on urban air pollution in China. Nat Sustain (2020). https://doi.org/10.1038/s41893-020-0581-y
Baldasano J.M. COVID-19 lockdown effects on air quality by NO2 in the cities of Barcelona and Madrid (Spain). https://www.researchgate.net/journal/0048-9697_Science_of_The_Total_Environment
F. Atmospheric Co2 levels rise sharply despite COVID-19 lockdowns. Atmospheric CO2 levels rise sharply despite Covid-19 lockdowns. https://www.theguardian.com/environment/2020/jun/04/
Tans P. Mauna Loa CO2 monthly mean data. Earth System Research Laboratories. (https://www.esrl.noaa.gov/ Global Monitoring Laboratory.
Campillo J.E. Homo climáticus. Editorial Crítica, 2018.
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Etiquetas: COVID-19 and CO2
El confinamiento mundial por COVID-19 produjo solo un leve efecto en los niveles atmosféricos globales de CO2.
J. E. Campillo. M.D. pHD
Profesor jubilado. Universidad de Extremadura. España.
Los datos utilizados proceden de The Earth System Research Laboratories (US).
Figura 1: Valores mensuales promedio de CO2 atmosférico (ppm) medidos en Mauna Loa (Hawaii) durante los meses de enero a julio en los años 2018, 2019 y 2020.
El confinamiento global, que se estableció para controlar la epidemia de COVID 19, comenzó en China en enero de 2020 y se extendió a otros países en los meses siguientes. Esto causó una reducción drástica en el transporte terrestre, marítimo y aéreo y una parada de la actividad industrial que redujo el consumo de combustibles fósiles en todo el mundo. Durante el mes de abril, con más de cuatro mil millones de personas viviendo bajo cierto grado de confinamiento, se produjo la mayor reducción en la demanda de combustibles fósiles.
Una de las consecuencias de esta situación fue la rápida disminución de la contaminación del aire en las zonas urbanas de las principales ciudades del mundo. Por ejemplo, los estudios realizados sobre los cambios en la contaminación del aire en España mostraron una reducción en las concentraciones de NO2 en Barcelona y Madrid del 50 y 62% respectivamente, a pesar e que las medidas se realizaron con menos de un mes de confinamiento. La baja contaminación del aire en todo el mundo, por ejemplo, permitió ver el Monte Everest a simple vista desde más de 200 kilómetros de distancia.
Sin embargo, hasta ahora, no hay datos publicados sobre el impacto que tal reducción en el consumo de combustibles fósiles haya podido ocasionar en los niveles atmosféricos de CO2; Uno de los gases más significativos en relación con el efecto invernadero y el cambio climático global.
Hemos utilizado en este estudio los datos proporcionados por los archivos públicos de los datos medios mensuales de CO2 de The Mauna Loa. (The Earth System Research Laboratories, US). Este centro ha estado midiendo los niveles de CO2 atmosférico durante décadas en la cumbre del volcán Mauna Loa en Hawai. Y los valores que proporciona se consideran uno de los estándares internacionales para los niveles de CO2 atmosférico.
La Figura 1 muestra los valores medios mensuales de CO2 atmosférico (ppm) medidos durante los meses de enero a julio durante los años 2018, 2019 y 2020. Como se ha observado durante décadas, los niveles de CO2 atmosférico han aumentado constantemente a lo largo del tiempo. En el trienio estudiado, estos valores oscilan entre 407.96 en enero de 2018 y 413.82 en julio de 2020. Dado que el mayor grado de confinamiento ocurrió en abril, cuando más de cuatro mil millones de personas fueron confinadas y el consumo de combustibles fósiles alcanzó su nivel más bajo, no es fácil de explicar el alto valor del CO2 atmosférico registrado en mayo de 2020 (417.07), el más alto desde que comenzaron las mediciones en la década de 1950. En cada uno de los años estudiados, se observa un aumento en los niveles de CO2 de enero a mayo, seguido de una caída durante junio y julio. Este patrón es común a los tres años estudiados y no se conoce las causas que lo motivan
El aumento porcentual promedio en los niveles de CO2 medidos de enero a mayo fue similar durante los tres años: los niveles de CO2 aumentaron de enero a mayo en un 0.80% en 2018, 0.92% en 2019 y 0.89% en 2020. Sin embargo, al considerar el aumento porcentual promedio en CO2 entre los diferentes años, se observa una ligera reducción en el aumento de CO2 de 2019 a 2020 (0,61%) en comparación con el aumento registrado de 2018 a 2019 (0,74%).
Estos datos preliminares muestran que la reducción del consumo de combustibles fósiles en todo el mundo durante el confinamiento por COVID19 solo ha tenido un ligero impacto en los niveles de CO2 atmosférico. La interpretación de estos datos es compleja ya que pueden estar involucrados muchos factores. El CO2 se produce a partir de diversas fuentes. Algunos son naturales, como la emisión de CO2 que produce cualquier ser vivo (bacteria, planta o animal) a través de la respiración, otros son geológicos, como la degradación de las rocas calcáreas, y otros son artificiales (antropogénicos). En cualquier caso, el CO2 se acumula continuamente, como se ha observado desde que se mide. Aunque el confinamiento ha disminuido las emisiones antropogénicas, puede que no haya sido suficiente para detectarlo en Mauna Loa, en el medio del Océano Pacífico. Además, la cantidad de CO2 atmosférico fluctúa dependiendo de numerosos factores, incluidos los factores meteorológicos, como el efecto de El Niño.
Bibliografía
Solís A. Emergencia mundial: ¿En qué países se ha ordenado el confinamiento? https://www.economiadigital.es/politica-y-sociedad/cuarentena-por-coronavirus-en-que-paises-se-ha-declarado-el-confinamiento_20046621_102.html
Evans S. Daily global CO2 emissions https://www.carbonbrief.org/daily-global-co2-emissions-cut-to-2006-levels-during-height-of-coronavirus-crisiscut to 2006 levels’ during height of coronavirus crisis.
He G., Pan Y. and Tanaka T. The short-term impacts of COVID-19 lockdown on urban air pollution in China. Nat Sustain (2020). https://doi.org/10.1038/s41893-020-0581-y
Baldasano J.M. COVID-19 lockdown effects on air quality by NO2 in the cities of Barcelona and Madrid (Spain). https://www.researchgate.net/journal/0048-9697_Science_of_The_Total_Environment
F. Atmospheric Co2 levels rise sharply despite COVID-19 lockdowns. Atmospheric CO2 levels rise sharply despite Covid-19 lockdowns. https://www.theguardian.com/environment/2020/jun/04/
Tans P. Mauna Loa CO2 monthly mean data. Earth System Research Laboratories. (https://www.esrl.noaa.gov/ Global Monitoring Laboratory.
22:56 en Ciencia, Clima global | Enlace permanente | Comentarios (0)
Etiquetas: Confinamiento global, COVID19, niveles atmosféricos CO2
Clima, el motor de la historia
La oscilación de la temperatura sobre la tierra, con épocas de calor y frío extremos, ha determinado la evolución de la vida, pero también la de los grandes hechos de la humanidad
Por Redaccion Historia- 18 septiembre, 2018
Desde el origen de la vida, la Tierra ha sufrido cambios de clima extremos: enfriamientos globales, como la glaciación Bola de Nieve, cuando los hielos cubrieron la totalidad del planeta, y calentamientos que la abrasaron. Con cada uno de ellos se produjeron extinciones casi completas de la mayor parte de las especies, que provocaron un “reseteo” de la vida y permitieron el desarrollo de nuevos prototipos, mejor dotados para sobrevivir. También ocurrieron numerosos cambios climáticos menos severos, que sirvieron para “retocar” la evolución biológica. En relación con la especie humana, los cambios del clima no solo condicionaron su evolución biológica, sino que determinaron su evolución cultural y gran parte de su historia.
Hace doce mil años terminó la última glaciación y el planeta inició la nueva fase de calentamiento en la que vivimos: el Holoceno. Pero la bonanza climática de esta etapa se ha visto interrumpida por varios periodos de enfriamiento, denominados Eventos Bond, en honor al paleoclimatólogo que los descubrió. Hace ocho mil años se produjo un aumento de las temperaturas, que superaron las actuales, conocido como Óptimo Climático del Holoceno, y que persistió durante dos mil años. El calentamiento global, como ha ocurrido siempre en la historia del planeta, se acompaña de un aumento de la humedad y las lluvias y de un gran crecimiento de la vegetación y las poblaciones de animales. En esta ocasión provocó el reverdecimiento de los desiertos de África y de Asia, que se llenaron de ríos y lagos. Los seres humanos, cazadores y recolectores, fueron ocupando esas ricas sabanas siguiendo la abundancia de agua y de comida vegetal y animal. Numerosas pruebas geológicas y arqueológicas confirman los numerosos asentamientos humanos y su producción artística en lo que hoy son arenales estériles (Tassili).tes climáticos
A este calentamiento le siguió un enfriamiento global, el Evento Bond 4, que comenzó hace seis mil años y que trajo frío y sequía. Los desiertos se secaron y la población se desplazó hacia los lugares en los que había agua y alimentos. Estos oasis gigantescos se establecieron en las riberas de los grandes ríos Nilo, Tigris, Éufrates, Indo, Ganges, Yangtsé y Huang He. La acumulación, por primera vez en la historia, de grandes masas de “emigrantes climáticos” en sus márgenes dio lugar al nacimiento de los “imperios fluviales”. Estos prosperaron gracias a un nuevo periodo de calentamiento y bonanza y sufrieron su primera crisis hacia el año cuatro mil, cuando volvió la sequía y el hambre con el enfriamiento denominado Evento Bond 3.
Pero los imperios volvieron a recuperarse y se refundaron durante un nuevo periodo de bonanza climática, hasta que fueron sacudidos por el frío y el hambre del enfriamiento Evento Bond 2, hace unos tres mil años. Esta vez, el frío, la sequía y el hambre empujaron a las tribus del centro de Europa a desplazarse hacia el sur, los denominados “pueblos del mar”, que llegaron con sus poderosas armas de hierro.
El nuevo calentamiento que se inició hace dos mil quinientos años, con temperaturas medias superiores a las actuales, trajo el agua y la abundancia a toda la ribera norte y sur del Mediterráneo y permitió el desarrollo del Imperio romano. Sus legiones, bien alimentadas con los cereales del norte de África, salieron de la península italiana y cruzaron, gracias al calentamiento, unos Alpes sin hielo y conquistaron casi toda Europa y parte de Oriente Próximo. En el año 300 de nuestra era comenzó un nuevo enfriamiento. Este, la sequía y el hambre empujaron a los pueblos del norte de Europa a viajar hacia la próspera península italiana, desatando una nueva oleada de emigrantes climáticos que acabaron con el Imperio romano de Occidente.
El frío alcanzó su punto álgido en el año 550 de nuestra era, acrecentado con la tremenda erupción del volcán Llopango en Centroamérica. Esas condiciones de frío y hambruna favorecieron la aparición de la llamada plaga de Justiniano.
Hacia el año 600 comenzó un nuevo calentamiento que trajo abundancia y bienestar a Europa y alcanzó un punto máximo hacia el año 1000. Durante este “calentamiento medieval” se crearon las principales ciudades europeas, las universidades y las catedrales, y reinó la abundancia y la prosperidad. Pero esta no duraría mucho. Hacia el año 1300, coincidiendo con las llamadas “grandes lluvias de Pascua”, se inició el Evento Bond 1, conocido como “la pequeña Edad de Hielo”.
Su causa más probable fue una disminución de la actividad solar denominada mínimo de Maunder, por el astrónomo inglés que la descubrió estudiando las manchas solares. Hacia el año 1700, el frío y la sequía eran tan extremas que los campesinos se morían de hambre y hasta se han documentado casos de canibalismo. El punto más frío se alcanzó hacia 1750, agudizado por la erupción del volcán islandés Laki, que llenó de espesas cenizas los cielos europeos. El terreno estaba climáticamente bien abonado para el triunfo de las revoluciones burguesas. La magnitud del frío de aquellos años nos lo muestran numerosos hechos históricos, como el que sucedió el 30 de enero de 1795, cuando una compañía de caballería de húsares franceses capturó a una poderosa flota aliada que se encontraba inmovilizada por el hielo frente al puerto de Ámsterdam. En 1815 se produjo la erupción del volcán Tambora en la isla de Java, que cubrió todo el planeta de polvo y provocó el llamado año sin verano, inmortalizado por el pintor W. Turner en su obra El canal de Chichester. El frío continuó hasta 1840, cuando desencadenó la hambruna de la patata, que dio origen a una gran masa de nuevos emigrantes climáticos que huyeron hacia la bonanza del Nuevo Mundo. A partir de 1890, el planeta comenzó a calentarse, con altibajos, una tendencia que continúa en la actualidad.ntribución humana
¿Cuál es la previsión de cara al futuro? Hoy día los paleoclimatólogos conocen muy bien las temperaturas medias y las concentraciones de gases invernadero que ha soportado el planeta en los últimos ochocientos mil años. Se lo debemos a las capas de hielo de la Antártida y de Groenlandia. Constituyen un anuario en el que los científicos encuentran en cada página los gases que componían la atmósfera de cada año, atrapados en las burbujas del hielo. Y muestran que el clima en el último millón de años ha experimentado oscilaciones cíclicas en la temperatura y en los niveles atmosféricos de anhídrido carbónico y metano. Estos ciclos iban desde calentamientos superiores al actual, con niveles elevados de gases invernadero, hasta los fríos extremos de las glaciaciones, con niveles muy bajos de anhídrido carbónico y metano en la atmósfera. Estos ciclos de Milankovick tienen una periodicidad de cien mil años. Y todo sugiere que en la actualidad nos encontramos en la rama ascendente de una nueva fase de calentamiento que comenzó hace unos veinte mil años, cuando se alcanzó el llamado Último Máximo Glacial. Quizá, en esta ocasión, acrecentados por la contribución antropogénica.
José Enrique Campillo Álvarez
*Artículo publicado en La Aventura de la Historia, número 238.
20:40 en Clima global, Evolución de la especie humana, Medicina darwiniana, Medicina evolucionista | Enlace permanente | Comentarios (0)
Etiquetas: Clima, evolución biológica, evolución de la especie humana, historia
11:40 en Clima global, Evolución de la especie humana, Libros | Enlace permanente | Comentarios (0)
Etiquetas: clima, fisiologia, Historia, humanidad
El ácido ascórbico (Vitamina C) es una sustancia con una gran capacidad antioxidante, de neutralización de radicales libres, y es esencial para la síntesis de colágeno, la proteína más abundante en nuestro organismo, un componente fundamental del tejido conjuntivo y de los cartílagos. Por esta circunstancia la deficiencia crónica en ácido ascórbico o vitamina C ocasiona, entre otras, una enfermedad del tejido conjuntivo llamada escorbuto.
Los animales herbívoros no necesitan ingerir vitamina C ya que la pueden fabricar a partir de la glucosa que contienen, en mayor o menor cantidad, todos los alimentos vegetales. Los carnívoros también pueden sintetizar la vitamina C, aunque pueden obtener toda la que necesitan de la carne cruda y de las vísceras de sus presas.
Los animales pueden fabricar la vitamina C porque sus células del hígado (o del riñón en algunos casos) poseen un enzima, la L- gluconato oxidasa que cataliza la conversión metabólica de glucosa en vitamina C. Pero hace unos 40 millones de años en algún primate ocurrió una mutación en las rutas metabólicas encargadas de sintetizar la vitamina C en el organismo y perdió la capacidad de sintetizar el enzima L-gluconato oxidasa. Se cree que esto sucedió en el momento de la escisión de los dos subórdenes de primates: Strepsirrhini y Haplorhini. En consecuencia los primates Haplorine como tarseros, monos, simios y nosotros no pueden fabricar la vitamina C, la tienen que obtener a partir de los alimentos.
Por esta razón nuestro ancestro, los simios y nosotros nos vimos obligados a conseguir la vitamina C que necesitamos mediante la ingestión de alimentos ricos en vitamina C, como frutas, tallos, hojas tiernas y carne y vísceras crudas, para gozar de sus efectos protectores contra la oxidación. La amplia distribución de fuentes de vitamina C en los vegetales de los bosques tropicales y la capacidad de los primates para consumirlos aseguró que ese nutriente pudiera ser aportado sólo por la dieta, ahorrando el esfuerzo metabólico de sintetizarlo.
Esto produjo una situación de extremo riesgo, que, sin embargo, tuvo consecuencias positivas para nuestra evolución. La vitamina C es un antioxidante, uno de los agentes que se encargan de controlar a los temibles radicales libres de oxígeno. Ya hemos visto que estos agentes oxidantes atacan diversas moléculas en nuestro organismo, y en especial el ADN, ocasionando desorganización de su estructura y mutaciones. Posiblemente estos antecesores, con sus limitadas capacidades de controlar a los radicales libres estuvieron expuestos a un incremento de las mutaciones, que en muchas ocasiones serían perjudiciales y en otras beneficiosas. Algunos opinan que esta deficiencia metabólica en la síntesis de vitamina C contribuyó en gran medida a nuestra propia evolución.
Esta herencia ha tenido importantes repercusiones para nuestra historia y nuestra salud. Científicos como el premio nobel Linnus Pauling ha dedicado grandes esfuerzos a este asunto. La vitamina C es tan importante que cualquier animal necesita disponer de grandes cantidades de este antioxidante para estar sano. Por ejemplo se ha calculado que un gorila ingiere cada día 4,5 gramos de vitamina C con su dieta de hojas y tallos. Una rata sintetiza en su hígado cada día entre 26 y 58 miligramos de vitamina C por kilo de peso. Si trasladáramos estos datos a un ser humano, resultaría que una persona de 70 kilos de peso debería ingerir entre 2 y 4 gramos de vitamina C cada día. Dado que la vitamina C casi desaparece en los alimentos cocinados a altas temperaturas, tendríamos que comer una gran cantidad de frutas, de vegetales y de carne cruda para poder obtener esta dosis diaria.
La enorme dependencia del ser humano de esa vitamina ha tenido graves consecuencias históricas y presentes. La humanidad ha pasado por periodos y circunstancias históricas de deficiencias alimenticias que justifican que enfermedades como el escorbuto deban ser incluidas entre las grandes epidemias de la humanidad. Pero además, los estudios más recientes muestran que en la base de muchos casos de obesidad y de enfermedades de la opulencia, como es el caso de la diabetes, subyace una deficiencia crónica leve de vitamina C.
En conclusión. Somos animales dependientes del ácido ascórbico y dado que esta vitamina no se acumula en el organismo, gastamos lo que tenemos y lo que nos sobra lo eliminamos por la orina. Por eso para tener salud debemos garantizar un aporte diario de alimentos ricos en vitamina C o su suplemento farmacológico.
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Todos los paleoclimatólogos coinciden en que hace unos trece mil años, tras el breve calentamiento del Bölling-Allerod, el hemisferio Norte volvió a sufrir una nueva glaciación que se denomina Dryas reciente (Younger Dryas). Las temperaturas de invierno en Europa durante el Younger Dryas volvieron a ser muy bajas y de nuevo llegó el hambre y el frío: ni plantas, ni caza, ni leña.
Este breve periodo glacial, del que se desconoce las causas que lo desencadenaron, terminó abruptamente hacia el once mil setecientos antes del presente. Fue cuando comenzaron a aumentar las temperaturas, lo que no ha cesado hasta el día de hoy. Comenzó el periodo interglaciar en el que ahora vivimos: el Holoceno.
En plena glaciación del Dryas reciente nuestros antepasados comenzaron a construir gigantescos monumentos en piedra: los megalitos. ¿Qué provocó que unos cazadores, recolectores y ganaderos dejaran de pintar cuevas y de elaborar figuritas de diosas obesas y se dedicaran a erigir colosales monumentos? ¿Religión, astronomía, magia, punto de encuentro? Es un misterio más. Y además comenzaron pronto y a lo grande: doce mil años antes del presente y con el gran recinto de Gobekli Tepe, que es la primera evidencia de una construcción a gran escala. Este complejo está en Urfa, en el sudeste de Turquía, una región muy próxima a las fuentes del rio Éufrates y a lo que denominamos el Creciente Fértil. Y que precede en más de siete mil años a Stonehenge o a las pirámides de Egipto.
Hace doce mil años, en plena glaciación del Dryas reciente unos cazadores recolectores que no conocían ni el metal ni la cerámica comenzaron la construcción de este enorme recinto megalítico. Sus dimensiones abarcan aproximadamente 300 metros de largo por otros tantos de ancho. Tiene una estructura compleja formada por círculos y grandes pilares de piedra, los más altos tienen más de tres metros de altura y varias toneladas de peso. Intercaladas hay columnas en T, talladas con figuras de gran calidad que representan cocodrilos, jabalíes, zorros, lobos, serpientes, arañas, escorpiones, asnos, leones, reses, personas y una gran cantidad de buitres. Se alternan zonas de culto con numerosas habitaciones. Los estudios arqueológicos no han podido demostrar que se utilizaran de viviendas, aunque una construcción de tal magnitud debió de ocupar a mucha gente durante mucho tiempo.
Y de pronto, hace unos diez mil años toda la construcción completa fue deliberadamente enterrada. En ello pusieron tanto empeño y trabajo como en su construcción. Antes de su descubrimiento arqueológico era una mera colina de tierra (un tepe) en mitad del campo. Gracias a este voluntario enterramiento ha llegado hasta hoy en excelentes condiciones de conservación.
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The symbolic communication are regarded by paleoanthropologists as the defining characteristics of the Homo sapiens. One of the great mysteries of archaeology is why figurative art appeared suddenly around 37,000 years ago in the form of small sculpted objects and symbolic drawings and engravings on cave and rock shelter walls (1). A new mystery, that has recently emerged, is why exactly the same kind of figures (wall painted hands), drawn with the same technique appeared at the same time (35,000 years ago) in caves of Cantabria (Spain) and Sulawesi (Indonesia) separated each other for more than 12,800 kilometers of desserts, mountains and the Indic ocean (2). One possibility is that this particular form of art emerged in Africa suggesting that art spreading from Africa to both Asia and Europe (3). Since no hands have been found painted with that technique anywhere else, the African origin of this art is very unlikely. An alternative explanation to this mystery could come from the Sheldrake’s theory of morphic resonance and Morphic fields (4).
Rupert Sheldrake is a profesor of Plant Biochemistry at Cambridge University. Over the course of fifteen years of research on plant development he came to the conclusion that for understanding the development of plants (their morphogenesis), genes and gene products are not enough. Morphogenesis also depends on organizing fields. The same arguments apply to the development of animals. All cells come from other cells, and all cells inherit fields of organization. Genes are part of this organization.Sheldrake suggests that morphogenetic fields work by imposing patterns on otherwise random or indeterminate patterns of activity. Morphogenetic fields are not fixed forever, but evolve. How are these fields inherited? He proposes that they are transmitted from past members of the species through a kind of non-local resonance, called morphic resonance. The fields organizing the activity of the nervous system are likewise inherited through morphic resonance, conveying a collective, instinctive memory. Each individual both draws upon and contributes to the collective memory of the species. This means that new patterns of behaviour can spread more rapidly than would otherwise be posible (5).
The resonance of a brain with its own past states also helps to explain the memories of individual animals and humans. There is no need for all memories to be "stored" inside the brain. Social groups are likewise organized by fields, as in schools of fish and flocks of birds. Human societies have memories that are transmitted through the culture of the group, and are most explicitly communicated through the ritual re-enactment of a founding story or myth. Morphic fields underlie our mental activity and our perceptions. The existence of these fields is experimentally testable through the sense of being stared at itself. There is already much evidence that this sense really exists (6,7).
The morphic fields of social groups connect together members of the group even when they are many miles apart, and provide channels of communication through which organisms can stay in touch at a distance. The morphic fields of mental activity are not confined to the insides of our heads. They extend far beyond our brain though intention and attention. We are already familiar with the idea of fields extending beyond the material objects in which they are rooted: for example magnetic fields extend beyond the surfaces of magnets; the earth's gravitational field extends far beyond the surface of the earth, keeping the moon in its orbit; and the fields of a cell phone stretch out far beyond the phone itself. Likewise the fields of our minds extend far beyond our brains (8).
Under the basis of Sheldrate hypothesis, we can not ruled out that the different groups of colonising humans would have developed their artistic skills independently of one another but conected by a morphic field of creativity. There are numerous examples through the prehistory of such artistic coincidences in places separated by thousands of kilometers of land and sea. For example, the almost identical pyramidal structures spread over the world or the stone spheres of Costa Rica and Bosnia Herzegovina. All these repeated artistic and symbolic manifestations could be explained through the Morphic fields of mental activity hypothesis.
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Etiquetas: Morphic field, wall painted hands
La comunicación simbólica es considerada por los paleoantropólogos como la característica definitoria del Homo sapiens. Uno de los grandes misterios de la arqueología es por qué el arte figurativo apareció repentinamente hace unos 37,000 años en forma de pequeños objetos esculpidos, dibujos simbólicos y grabados en paredes de refugios de cuevas y rocas (1). Un nuevo misterio, que ha surgido recientemente, es por qué exactamente el mismo tipo de figuras (manos pintadas en la pared), dibujadas con la misma técnica, aparecieron al mismo tiempo (hace 35,000 años) en cuevas de Cantabria (España) y Sulawesi (Indonesia) separados por más de 12.800 kilómetros de desiertos, montañas y por el océano Índico (2).
Una posibilidad es que esta forma particular de arte surgiera en África, lo que sugeriría que el arte se extendió desde África a Asia y a Europa (3). Dado que no se han encontrado manos pintadas con esa técnica en ningún otro lugar, el origen africano de este arte es muy poco probable. Una explicación alternativa a este misterio podría provenir de la teoría de Sheldrake sobre la resonancia mórfica y los campos mórficos.
Rupert Sheldrake es profesor de bioquímica en la Universidad de Cambridge. A lo largo de quince años de investigación sobre el desarrollo de plantas, llegó a la conclusión de que para comprender su desarrollo (su morfogénesis), los genes y los productos genéticos no eran suficientes. La morfogénesis también depende de la organización de los llamados campos morfogenéticos. Los mismos argumentos se aplicaron al desarrollo de los animales. Todas las células provienen de otras células y todas las células heredan campos de organización. Los genes son parte de esta organización.
Los campos morfogenéticos no son fijos para siempre, sino que evolucionan. ¿Cómo se heredan estos campos? Propone que se transmiten desde miembros anteriores de la especie a través de un tipo de resonancia, la resonancia mórfica. Los campos que organizan la actividad del sistema nervioso también se heredan a través de la resonancia mórfica, transmitiendo una memoria colectiva e instintiva. Cada individuo utiliza y contribuye a la memoria colectiva de la especie. Esto significa que los nuevos patrones de comportamiento pueden propagarse más rápidamente de lo que se podría suponer (5).
Los grupos sociales también están organizados por campos morfogenéticos, como en los cardúmenes de peces y las bandadas de aves. Las sociedades humanas tienen recuerdos que se transmiten a través de la cultura del grupo y se comunican más explícitamente a través de la recreación ritual de una historia o un mito fundacional. Los campos mórficos subyacen a nuestra actividad mental y nuestras percepciones. La existencia de estos campos se ha comprobado experimentalmente (6,7). Los campos mórficos de los grupos sociales conectan a los miembros del grupo, incluso cuando están a muchos kilómetros de distancia, y proporcionan canales de comunicación a través de los cuales los organismos pueden mantenerse en contacto a distancia. Los campos mórficos de la actividad mental no se limitan al interior de nuestras cabezas. Se extienden mucho más allá de nuestro cerebro a través de la intención y la atención. Ya estamos familiarizados con la idea de que los campos se extienden más allá de los objetos materiales en los que están arraigados: por ejemplo, los campos magnéticos se extienden más allá de las superficies de los imanes; el campo gravitatorio de la tierra se extiende más allá de la superficie de la tierra, manteniendo a la luna en su órbita; y los campos de un teléfono celular se extienden mucho más allá del propio teléfono. Del mismo modo, los campos mórficos de nuestras mentes se extienden más allá de nuestros cerebros (8). Estas posibilidades coinciden en parte con las ideas de los arquetipos de C. Joung (9) y con la hipótesis de La mente extendida de Clark y Chalmers (10).
Sobre las bases de la hipótesis de Sheldrate, no podemos descartar que los diferentes grupos de humanos colonizadores hubieran desarrollado sus habilidades artísticas conectadas por un campo mórfico de creatividad. Hay numerosos ejemplos a través de la prehistoria de tales coincidencias artísticas en lugares separados por miles de kilómetros de tierra y mar. Por ejemplo, las estructuras piramidales casi idénticas que se extienden por el mundo o las esferas de piedra de Costa Rica y de Bosnia Herzegovina. Todas estas repetidas manifestaciones artísticas y simbólicas que han surgido simultáneamente en lugares muy lejanos podrían explicarse a través de los campos mórficos de la actividad mental.
https://www.theguardian.com/science/2014/oct/08/cave-art-indonesia-sulawesi
10:37 en Ciencia, Clima global, Evolución de la especie humana | Enlace permanente | Comentarios (0)
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Etiquetas: Comer, dieta paleo, salud
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Etiquetas: Entrevista, Homo climaticus, RNE
Hace unos doscientos mil años, el aumento de las potencialidades del cerebro y el procesamiento de la energía fuera del propio cuerpo (energía extrasomática) modificaron los mecanismos de evolución de la especie humana y permitieron el acceso a la cultura y a la historia. Toda la vida y su evolución se fundamentan en la capacidad de los seres vivos para procesar la energía: captarla del ambiente (fotones solares, alimentos, suelo) y utilizarla (metabolismo) para mantener su orden interno y sobrevivir y reproducirse. Todo el procesamiento de la energía se realiza en el interior del ser vivo. En las plantas, los fotones solares penetran en la intimidad de sus cloroplastos y allí se realizan las complejas reacciones de las fotosíntesis. En los animales, los alimentos penetran en su interior, donde son digeridos y asimilados. La energía que contienen se almacena (como grasa) o se utiliza para generar el trabajo celular. Pero el ser humano, gracias a su mayor inteligencia, ha conseguido una ventaja extraordinaria que no disfruta ningún otro ser vivo: la capacidad de procesar energía fuera de su propio organismo; es la energía extrasomática. La primera y más importante de las formas de energía extrasomática es el fuego. No es ni más ni menos que el aprovechamiento de la energía de los fotones solares acumulada, por ejemplo, en las partes secas de los vegetales, como la madera. En cuanto nuestros ancestros fueron capaces de una primera domesticación del fuego comenzaron a percibir sus efectos beneficiosos. Los protegía de los depredadores y del frío, permitía las innovaciones tecnológicas (cerámica, metalurgia), aumentaba la socialización y modificaba los patrones de nutrición mediante el cocinado de los alimentos. La segunda forma de procesar energía extrasomática tiene que ver con los vestidos, que permitían aportar calor al cuerpo, fundamentalmente evitando la entrada del frío y conservando el propio calor corporal. La fabricación de prendas abrigadas y cálidas tuvo una gran importancia durante los miles de años de glaciación que constituyeron la última etapa de nuestra evolución. La tercera es la domesticación de los animales. La ganadería es una forma de almacenar la energía de los fotones solares en alimentos, como la carne, la leche o los huevos. La ganadería supuso un aumento de las reservas energéticas en comparación con la energía que proporcionaba la azarosa caza. También la domesticación de los animales permitió utilizar su energía muscular para realizar el trabajo agrícola o de transporte de personas o mercancías. La cuarta forma es la domesticación de las plantas. Las técnicas agrícolas permitieron acumular grandes cantidades de energía solar en forma de cultivos de diversas plantas y almacenar los excedentes de energía de manera sencilla en silos y graneros. La quinta es la utilización de la energía eólica, mediante los molinos, y de la acuática, mediante norias y embalses que proporcionaban la fuerza de los pequeños saltos de agua. Todas estas formas de energía extrasomática se fueron desarrollando gradualmente y han permanecido casi inalterables durante miles de años hasta hace poco. Todas las personas que tengan mi edad pueden recordar cómo en su niñez los campos se araban mediante el esfuerzo de un animal, que tiraba del arado, y el de un agricultor, que iba detrás. Las cosas se transportaban en carretas de tracción animal, la mies se segaba a mano con la hoz y el heno con la guadaña. El trigo se trituraba en molinos de viento y muchas herrerías aprovechaban la fuerza de pequeños saltos de agua para mover sus utensilios. Y en muchos hogares se hacia la comida y se calentaban en invierno quemando troncos de madera en un lar o mediante la combustión de carbón vegetal en braseros. Hace dos siglos se comenzó a sacar la energía de lo que podríamos denominar (con mucha liberalidad) «fotones fósiles». Primero en forma de carbón o turba, que eran los vegetales que habían quedado enterrados por cataclismos de la corteza terrestre y permanecieron bajo grandes presiones durante millones de años. Luego llegó el uso del petróleo y sus derivados, así como del gas, también combustibles producidos a partir de vegetales fósiles. Finalmente llegaron otras formas de energía extrasomática, como la nuclear. La capacidad de procesar energía fuera del organismo permitió a los seres humanos dar un giro a su tendencia evolutiva, sobre todo en los últimos miles de años. Dio comienzo así la llamada evolución cultural, que traería la civilización, la escritura, la historia y la tecnología. Y también algunos problemas.
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Etiquetas: energía extrasomática, evolución cultural, historia., Homo climaticus
Nuestros ancestros debieron de desarrollar mecanismos de defensa frente a las situaciones climáticas extremas que soportaron durante la última glaciación que persistió durante cientos de miles de años. ¿Cómo no se les congelaban las extremidades a aquellos que habitaban el norte de Europa bajo tanto frío? Por muy bien que tuvieran protegidos los pies, las manos y la cara con pieles durante sus largas jornadas de caza sobre terrenos helados estaban ex- puestos a las congelaciones. Estudios recientes ponen de manifiesto que nuestros ancestros, en especial aquellos que habitaron regiones de clima especialmente frío del norte de Europa, tuvieron algunas ayudas adaptativas para sobrevivir a esas difíciles condiciones. No solo sir- vieron sus habilidades para cazar animales y confeccionar abrigos y botas con sus pieles; también algunas adaptaciones metabólicas vinieron en su ayuda.
Investigaciones recientes han explicado la capacidad que tienen algunos animales para sobrevivir al frío. Por ejemplo, la rana de la madera de Canadá permanece congelada entre la hojarasca del bosque hasta que llega la primavera y con el calor se descongela y vuelve a la vida. ¿Cómo consiguen este prodigio? Este batracio recurre a reducir la actividad de la hormona insulina, cuya misión es bajar la glucosa en la sangre, y aumentar la del glucagón, que hace crecer la glucosa en la sangre (y en los líquidos biológicos) más de tres veces por encima de su valor normal. Esta y el resto de los azúcares son capaces de bajar el punto de congelación de los líquidos en los que están disueltos: son anticongelantes naturales. Mediante este mecanismo hormonal y metabólico muchos animales que viven en climas fríos previenen los riesgos de congelación de sus tejidos: las altas cuotas de glucosa evitan que se formen las finas agujas de hielo que romperían las células y ocasionarían la muerte (necrosis) de los tejidos más expuestos al frío.
Esto se asocia a otra cuestión interesante que, aparentemente, no tiene nada que ver con el asunto que estamos tratando. ¿Por qué razón la prevalencia de diabetes tipo 1, la llamada juvenil o insulinodependiente porque estas personas carecen de insulina en su organismo, es tres veces más elevada en los países del norte de Europa que en el resto del continente o del mundo? ¿Por qué muchos de los casos de diabetes tipo 1 se inician durante los meses de invierno?
Un mecanismo parecido al de los animales adaptados a sobrevivir en climas fríos pudo estar operativo en nuestros ancestros, los que se asentaron en el norte de Europa que permaneció permanentemente cubierto de hielo durante los miles de años que duró el llamado Último Máximo Glacial. En aquella época la esperanza de vida era breve, casi no llegaba a los cuarenta años de edad, y la alimentación se basaba casi exclusivamente en la carne y el pescado, en unos muy escasos vegetales y en nada de alimentos dulces. En tales condiciones, una disminución de la insulina ocasionaba un aumento de la glucosa en la sangre y en los líquidos corporales. La hiperglucemia evitaba las congelaciones, sin causar grave daño a la salud. Pero con el aumento de la esperanza de vida y los cambios en la alimentación, la diabetes tipo 1 se ha convertido en una enfermedad grave que requiere tratamiento. Hoy día, la facilidad de disponer de inyecciones y de artilugios eficaces para administrar la insulina humana artificial, una adecuada alimentación y la práctica regular de ejercicio físico permiten controlar con eficacia este problema.
Al parecer, esta característica de reducir la insulina para que aumente la glucosa en respuesta a un frío intenso y así proteger frente a las congelaciones está asociada a algunas mutaciones genéticas. Un conjunto de variaciones del ADN que se heredan juntas (haplotipo), relacionado con el padecimiento de diabetes tipo 1 alcanza a entre un cuarenta y un cincuenta por ciento de la población de los países escandinavos y menos de un veinte por ciento en el resto de Europa. Solo hay una región en el sur de Europa en la que este haplotipo y la prevalencia de diabetes alcanza niveles escandinavos: Cerdeña. Una posibilidad, entre otras, es que eso se deba al asentamiento de vikingos, que durante sus correrías hacia el sur ocuparon esta isla hace mil años y transmitieron parte de sus genes de predisposición a la diabetes a los lugareños.
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Etiquetas: Diabetes, frio, glaciaciones, homo climáticas
¿Quién no ha intentado alguna vez (o muchas veces) perder algo de peso? ¿Quién no ha sufrido la penosa decepción de ver cómo se van recuperando en pocos días los kilos que se perdieron con aquella dieta maravillosa?
Es que no escarmentamos. Los cuerpos han ido acumulando grasa a lo largo de muchos años de dedicación al sedentarismo y al exceso de alimentos, a tantas bodas y bautizos y a tantos fines de semana de alcohol, de dulces y de grasas. Pero cuando decidimos, por razones diversas, perder ese peso que nos sobra, queremos hacerlo de manera rápida y sin que nos ocasione el menor sacrificio. Entonces recurrimos a cualquiera de los numerosos métodos milagrosos que proliferan según las modas y que llegan a nuestro conocimiento a través de los medios de comunicación, por el comentario de alguna famosa en cualquier tertulia televisiva o mediante el consejo del amigo que lo está siguiendo y que, según sus propias manifestaciones, está consiguiendo resultados espectaculares.
Pero lo normal, según advierten las estadísticas y señala la experiencia, es que con esas dietas y remedios milagrosos — aunque nos hagan perder algunos kilos—, recuperaremos rápidamente el peso perdido; entre un sesenta y un noventa por ciento de las veces según las estadísticas oficiales. Y como no escarmentamos, casi siempre se reincide con otra dieta o método milagroso diferente — éste sí que funciona, se engaña uno a sí mismo— y al cabo de unos cuantos meses se recupera el mismo sobrepeso, tras padecer varios rebotes consecutivos. Voy a explicar a que se debe este molesto fenómeno de rebote o “efecto Yo-Yo”.
Sabemos que nuestra grasa se acumula en las células grasas llamadas adipocitos. Son como contenedores que pueden llegar a llenarse de grasa hasta rebosar. Pero cuando engordamos no solo nuestros adipocitos aumentan de tamaño repletos de grasa (hipertrofia), sino que como seguimos metiendo grasa y ya no cabe más en cada adipocito, el organismo comienza a aumentar el número de adipocitos (hiperplasia).
Una persona delgada tiene unos treinta mil millones de adipocitos. Si engorda hasta la obesidad sus adipocitos aumentarán hasta más de setenta mil millones y todos abarrotados de grasa hasta el borde. Cuando adelgazamos rápidamente mediante alguna dieta rara, con o sin medicamentos más raros aún, se vacían los adipocitos (adelgazamos) pero seguimos manteniendo los mismos setenta mil millones de adipocitos, aunque ahora estén medio vacíos de grasa. Claro que tantos contenedores medio vacíos tienden a llenarse a toda velocidad en cuando nos confiamos con la alegría del peso perdido y volvemos a comer. Recuperamos el peso con la misma rapidez que lo perdimos.
Tenemos que recurrir a la llamada REGLA DEL 50. Si nos ponemos un plan racional que nos permita perder 50 gramos diarios de grasa, nuestro organismo además de comenzar a vaciar los adipocitos, las células limpiadoras (los macrófagos) comienzan a retirar, poco a poco, los contenedores vacíos. Al cabo de un año hemos perdido 20 kilos de peso y se han retirado y eliminado más de cuarenta mil millones de adipocitos. En estas condiciones recuperar el peso perdido es más difícil y más lento. Seria como repetir los años de excesos que nos llevó a la obesidad. Perder 50 gramos de grasa cada día (un puñadito) no es tan difícil con un poco de dieta y la ayuda de algo de ejercicio. En mi libro “Adelgaza sin que te tomen el pelo ni te quiten la salud” de Editorial Temas de Hoy, te cuento cómo puedes lograrlo con salud.
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Etiquetas: Adelgazar, adipocitos, efecto Yo-Yo
En este libro se aborda una nueva visión de la Gran Historia de la Humanidad. Para ello se han cruzado dos puntos de vista muy diferentes: la fisiología y la climatología.
Aveces, cuando se ponen en contacto polos de carga diferente saltan chispas. Estas nos proporcionan la luz que nos permite algunos rincones del conocimiento con una nueva perspectiva.
Se parte de la base de que todo el impulso evolutivo que ha conducido desde la primera bacteria que surgió en los océanos terrestres hace tres mil quinientos millones de años hasta el último niño que esté naciendo en estos momentos proviene de dos elementos que han actuado durante los miles de millones de años de historia evolutiva: la energía y lo que denominaremos las Fuerzas de la Vida.
En primer lugar debemos considerar el aporte de energía, sin la cual la vida ni existiría ni evolucionaría. Toda la energía que se recibe, proceda de donde proceda (solar, cósmica, geotérmica o gravitacional), se elabora y se dispensa a los seres vivos en las dosis adecua- das a través del aire (atmósfera) y del agua (hidrosfera) de la Tierra. Y las variaciones energéticas de la atmósfera y la hidrosfera es lo que constituyen el clima. A lo largo de los tres mil quinientos millones de años de vida se han producido grandes variaciones en el clima de la Tierra y, por tanto, cambios en la disponibilidad de materia y de energía para la vida. El planeta ha sufrido desde glaciaciones en las cuales todo él parecía una bola de hielo hasta calentamientos globales donde se llegaron a alcanzar temperaturas en el aire y el agua del planeta que incluso pusieron en peligro a la propia vida. Estas amplias oscilaciones del aporte energético tuvieron gran repercusión en el desarrollo de la vida, incluidos la evolución y la historia de los seres humanos.
En segundo lugar tenemos que tener en cuenta que sea cual sea el ser vivo que consideremos, ya sea bacteria, planta, insecto o mamífero, todos ellos tienen obligatoriamente que cumplir cuatro requisitos fisiológicos vitales, a los que denominaremos las Fuerzas de la Vida. Todos los organismos tienen que alimentarse, reproducirse, asociarse y defenderse de las amenazas físicas o biológicas que pueden poner en riesgo su supervivencia o su capacidad reproductora. Y, a lo largo de los miles de millones de años de evolución, la mayor o menor facilidad para cumplir con estas obligaciones dependió en gran medida de los acontecimientos climáticos que le tocó vivir a las diferentes formas de vida.
El interés por el estudio de la influencia del clima sobre la humanidad, el llamado «determinismo climático», es un asunto que se ha tratado desde la Grecia clásica hasta nuestros días. Ya Hipócrates, en su libro Sobre aires, aguas y lugares, y Heródoto, en sus Historias, abordaron este asunto con detalle. Hoy, numerosas evidencias científicas muestran que el clima condiciona la vida presente y ha determinado su evolución pasada. En los últimos años este interés se ha visto acrecentado a causa de la preocupación mundial por el llamado «cambio climático antropogénico» que nos amenaza. De hecho, el clima se ha convertido hoy en la piedra angular que configura nuestra forma de vida, la política internacional, la economía global y las teorías sociales. Es difícil encontrar hoy a alguien que no considere que las cuestiones ambientales y climáticas sean elementos esenciales para la salud y la felicidad de nuestra sociedad.
Homo climaticus es un viaje a través de nuestro pasado, presente y futuro para intentar comprender cómo la vida fue evolucionando para encontrar las formas más eficaces posibles para cumplir con los imperativos de las Fuerzas de la Vida y cómo el clima condicionó (y lo va a seguir haciendo) los cambios en la fisiología de las diferentes especies en general y de la nuestra en particular. Se analiza cómo el clima también determinó gran parte de la historia, cómo está condicionando nuestro presente y marcará sin duda la senda que habremos de recorrer en nuestro futuro. También aprenderemos que gran parte de nuestra salud y nuestra felicidad hoy están condicionadas por los cambios que los organismos de nuestros ancestros tuvieron que experimentar para adaptarse a las condiciones climáticas que les tocó vivir en cada etapa de nuestra evolución.
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Etiquetas: clima, evolución biológica, evolución cultural, Gran Historia, historia., humanidad
La feminización de los machos de nuestra especie ha jugado un papel esencial en nuestra evolución cultural. Características como la tolerancia social y la cooperación en el grupo fueron decisivas para que nuestros ancestros pudieran superar la dureza de los miles de años de glaciación, promover una mayor socialización y desarrollar el arte, la magia y las innovaciones tecnológicas. A estas cualidades contribuyó una modificación importante que experimentó el ser humano: la feminización de los machos. Diversos estudios sugieren que el auge repentino de las manifestaciones artísticas y culturales coincidió con un descenso en los niveles de testosterona, la principal hormona masculina, que condujo a una feminización de los machos de la especie.
Los machos de los mamíferos tienen una mayor concentración de las hormonas masculinas, los andrógenos. Estas hormonas, en especial la testosterona condicionan los típicos patrones de conducta y la mayor agresividad que suelen presentar los machos de casi todas las especies; incluida la especie humana. Es bien sabido desde hace miles de años cuando se comenzaron a domesticar los animales, que la castración que reduce los niveles de andrógenos aplaca la agresividad de los animales y facilita su domesticación.
Las hormonas y neurotransmisores Los neurotransmisores responsables de la agresividad, el dominio social y sexual y otras conductas similares no fosilizan, pero ejercen efectos sobre numerosos tejidos, en especial determinan un mayor desarrollo de las masas muscular y ósea. Esto se ha podido estudiar en una de las manifestaciones más características de los niveles de testosterona, como es el tamaño y la forma del cráneo y la estructura facial. Sabemos que en todos los mamíferos hay notables diferencias entre las cabezas y las caras de los machos y de las hembras, cuya causa es hormonal.
Para verificar esta hipótesis se realizó un amplio estudio en más de 1.400 cráneos fósiles arcaicos y modernos: trece ejemplares de entre doscientos mil y noventa mil años, 41 fósiles datados entre treinta y ocho mil y diez mil años y 1.367 unidades modernas procedentes de individuos de todos los continentes. Los resultados fueron esclarecedores: se observó una reducción significativa en la masculinidad craneal y facial desde los cráneos más antiguos hasta los actuales. Los fósiles más modernos mostraban estructuras faciales más pequeñas y redondeadas, con arcos supraciliares menos pronunciados. Este dato de los arcos supraciliares, que a mayor tamaño sugieren mayor efecto de la testosterona, es de especial interés: se reducía su tamaño significativamente entre los fósiles de noventa mil y treinta mil años de antigüedad.
Todo indica que, entonces, se produjo un descenso de la testosterona en los machos, lo que redujo la agresividad y mejoró la conducta social, proporcionándoles un temperamento más sociable que les permitió mayor cooperación y mayor capacidad de aprendizaje entre unos y otros. Algo parecido se ha comprobado que sucede en nuestros.
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Etiquetas: especie humana, evolución, Feminismo, Homo climaticus., machos
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